viernes, 24 de abril de 2015

Revolución colaborativa 2ª (Agotamiento de recursos naturales)

¿Cómo podemos lograr la revolución colaborativa? Parte 2

Despilfarro y agotamiento de los recursos naturales

En la parte 1 vimos las tres fuerzas enfrentadas en la empresa capitalista y cómo el capital tiene las de ganar, adquiriendo cada vez más poder.

De este modo, el poder y la riqueza cada vez se concentran en mayor medida en las manos de unos pocos, a costa de empobrecer a la mayoría.
Esto es extremadamente pernicioso, porque mientras que el dinero ganado o ahorrado por muchos (empleados o clientes) revertiría en la compra de otros bienes de consumo y en la reactivación de la economía real; la especulación financiera y la acumulación del capital en unas pocas manos (una vez comprada la mansión, el yate y el avión privado) solo conduce a la evasión y a poner los excedentes a buen recaudo en algún paraíso fiscal.

El capital solo tiene un objetivo: maximizar su propio interés mediante el acaparamiento de los beneficios que genere la empresa. No le suele importar nada más, y de ahí viene otro de los inconvenientes de la economía capitalista: el agotamiento de recursos naturales.
Según la lógica del capitalismo, cuantos más productos se vendan, mayor será el beneficio. Por lo tanto tratará de producir y colocar en el mercado el mayor número que pueda de sus artículos… sin límite, hasta el infinito.

Por ejemplo, hará todo lo posible para convencernos de que cada uno de nosotros necesita tener en casa su propia taladradora, con la que hacer agujeros en la pared para colgar cuadros. Ya que la producción en cadena permite fabricar taladradoras a un precio razonable, muchos nos podemos permitir el lujo de tener una en casa (a pesar de que la mayoría de nosotros no la vaya a utilizar ni 10 minutos en toda su vida).

Así llegamos a auténticos despropósitos, como que en los Estados Unidos de Norte América haya el doble de coches que de permisos de conducir (o sea, que incluso si todos los conductores viajaran a la vez, aún sobraría la mitad de los coches).
Además, nos han convencido de que cada uno de nosotros necesita su propio coche, por lo que en la mayoría de ellos viaja solo el conductor y se desaprovechan cuatro plazas libres, en las que podría transportar a otros viajeros.

De este modo, se dispara el consumo de combustible, se producen atascos de tráfico cotidianos, problemas de aparcamiento, contaminación del aire de las ciudades y hasta el cambio climático.

Continua en la parte 3  (la falacia de que el monopolio es malo)

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